Si nos remitimos a analizar la tendencia del tipo de actividad mental actual, orientado hacia lo externo material de forma preponderante, podemos entender que esa tendencia se debe a factores que pueden analizarse como vectores de fuerzas cuya resultante constituye esa preponderancia señalada hacia el materialismo.
Estos vectores serian como fuerzas que impactan en el aspecto emocional sensorial y estarían constituidos por:
- Con base en el núcleo instintivo afectivo, por las tendencias hacia lo material impulsadas por los instinto humanos.
Todos los seres humanos tenemos que satisfacer nuestras necesidades derivadas de nuestros instintos, de nutrición, de reproducción y social. Dentro del entorno social en que nos encontramos inmersos desde el nacimiento, se encuentran vehículos o caminos que son percibidos como medios de satisfacción posible. En síntesis y sin profundizar demasiado en mecanismos internos, todo se reduce a encontrar dentro del sistema social un lugar o posición que nos permita obtener los medios económicos a través de los cuales poder adquirir lo que necesitamos para subsistir y relacionarnos con los demás. Por lo tanto los instintos nos impulsan a ir hacia lo externo representado por los demás y el ambiente social, tal como fue analizado en el documento el aspecto emocional sensorial y percepción de lo externo.
- Con base en el aprendizaje social y la socialización por la cultura en la cual estamos inmersos.
En el momento que comienza nuestro proceso de socialización e impulsados por nuestras tendencias, afinidades y nuestras percepción de los vehículos que se convierten en necesidades a satisfacer, comenzamos a relacionarnos con los demás y con diferentes ambientes, en función de buscar nuestro camino de vida. Dentro de ese proceso integramos subculturas que conforman la cultura social y asimilamos valores intrínsecos a estas subculturas de nuestros entornos inmediatos. Obviamente asimilamos la tendencia a la orientación externa y al materialismo imperante, como un vector que se suma al impulso propio del aspecto emocional sensorial analizado en el punto anterior.
No hay que descartar el efecto de la información social explicita e implícita subliminal que deriva del modelo económico capitalista industrial, que convierte el incremento del consumo de bienes materiales en una necesidad para la sustentabilidad del mismo sistema. La publicidad como mecanismo de información explicita, simboliza modas, productos y estilos de vida, convirtiéndolos en vehículos ficticios y necesarios para encontrar la felicidad y produce como efecto necesidades en el aspecto emocional sensorial, que nos condiciona como seres humanos a su satisfacción.
El filosofo y sociólogo Alemán Herbert Marcuse explica en su bibliografía, que el contenido mismo de la conciencia humana ha sido fetichizado y que las necesidades humanas reconocidas en la sociedad, son necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y orientadas a los fines del modelo.
Marcuse hace una distinción entre necesidades reales propias del entorno natural y ficticias provenientes de la conciencia alienada del ser humano inmerso en el sistema industrial.
Para Marcuse, la instancia de formación de la conciencia de los seres humanos es la niñez en el seno familiar, desde donde se adquiere el aspecto ideal y el marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial trasmuto, según su criterio, es precisamente el ámbito familiar, por la presión de los lineamientos del sistema impulsados por la influencia de los medios de comunicación de masas, que impactan en la familia, formando a los seres humanos con necesidades ficticias e impuestas que no fluyen de la toma de contacto con nuestro interno, sino por la influencia de los valores externos impulsados por el sistema capitalista.
Por lo tanto puede apreciarse que esta influencia señalada por Markuse implica una introyeccion que se hace necesaria como condicionamiento ambiental para que las tendencias e instintos propios de la actividad del aspecto emocional sensorial se expresen en un sentido especifico y predominantemente externo y material.
Desde este punto de vista puede entenderse que el aspecto consciente se encuentra intensamente condicionado en una dirección única y prácticamente obligatoria que influye en no contemplar las distintas necesidades psíquicas individuales que los seres humanos podamos tener, desde este punto de vista, los valores sociales derivados de esta tendencia pueden entenderse como coercitivos, aunque desde el punto de vista de ciertas teorías económicas y políticas se difundan como valores que expresan la libertad.
En comparación con el ser humano primitivo, específicamente en los factores que se generan producto de la relación existente entre su funcionalidad psíquica y todo lo que constituye su relación con el ambiente, existe una diferencia radical con respecto a los seres humanos actuales. El ser humano primitivo, si bien debía adaptarse a las inclemencias y ferocidad de la naturaleza con recursos racionales limitados, pertenecía a ella y mantenía un vinculo directo con los ecosistemas que integraba, no formaba parte como en la actualidad de las mega estructuras que constituyen las grandes ciudades que imponen un entorno artificial, las cuales dentro del proceso de evolución humana, son de desarrollo reciente e implican una especie de desarraigo inconsciente y colectivo al respecto del entorno natural, factor que favorece la aparición de males sociales que podrían interpretarse como la expresión de la imposibilidad de adaptación al entorno urbano.
Sumando lo antes mencionado a la imposibilidad del sistema para satisfacer las necesidades de grandes contingentes de la sociedad y a los puntos de inflexión en la gestión global de los recursos y el impacto de las actividades humanas en el ambiente, podemos comprender fácilmente que la tendencia excesiva hacia lo externo material en detrimento del autoconocimiento personal, deriva en resultados sociales nefastos.
Concluyendo y sintetizando este apartado se puede llegar a la compresión de que, así como en la infancia dentro del ambiente familiar introyectamos valores para ser aceptados por quienes se encargan de nuestros cuidados, para insertarnos en el medio social, nos vemos obligados a introyectar la tendencia hacia lo externo y material derivada del sistema social en el cual se encuentra inserta la familia como célula básica.
Dicha introyeccion se produce con el objeto de poder encontrar los vehículos e instrumentos necesarios para satisfacer nuestras tendencias y se desprende del análisis, que el acceso a dichos vehículos o instrumentos esta condicionado a nuestra aceptación de los valores del sistema imperante.
También, en función de los conceptos de Andy Clark – mencionados en el documento el Inconsciente I, puede interpretarse que la tendencia hacia lo externo material es el resultado de la extensión de nuestra actividad mental hacia una realidad creada, producto de la influencia de las tendencias propias del aspecto emocional sensorial, de los instintos y de factores provenientes de aspectos propios del proceso de la evolución humana y que estos factores estén influenciados en demasía por la presencia de aspectos primitivos, que ya los seres humanos deberíamos haber abandonado, pero que por la influencia del entorno artificial civilizado y la presión de los valores de la cultura (como señala Marcuse) dicha necesidad abandono no se perciba concientemente y esos aspectos primitivos nos influyan desde el inconsciente.
Dentro de todo ese conglomerado de posibles causas y orígenes, la realidad social global evidencia una marcada exacerbación en esta tendencia, que se expresa claramente en síntomas sociales, como los analizados en la serie de documentos del menú sociología de esta pagina www.cchaler.org y que se evidencian en numerosos factores, que cada día, mas seres humanos detectan conscientemente, como determinantes de la existencia de una crisis global y que son expresados con diversas reacciones sociales e individuales.
Algunos grupos de seres humanos se agrupan para formar grupos contestatarios al orden vigente, otros con temor y actitudes egoístas teorizan explicaciones y realizan acciones con el objeto de mantener el sistema vigente, incluso generando guerras y el apoderamiento coercitivo de recursos, pero también hay grupos de seres humanos que se ven afectados psíquicamente por el tipo de vida derivada del modelo vigente, como también existe una afectación psíquica y en muchos casos irrecuperable, producida por las consecuencias de los puntos de inflexión del sistema, como por ejemplo el hambre por deficiente distribución de los recursos, la erosión al medio ambiente que afecta a numerosos grupos humanos, como es el caso de las minorías étnicas que habitan en algunos entornos naturales y que se ven afectadas por la sociedad moderna.
La comparación efectuada en este documento al respecto de la vida y las creencias del ser humano primitivo, pretende mostrar que al margen de la escasa evolución científica e incluso amplitud del consciente y del desarrollo de lo racional, el ser humano primitivo, desenvolvía su vida en intimo contacto con la naturaleza y evidenciaba tener la capacidad para intuitivamente y a través de los mitos y leyendas, vincularse a lo desconocido e inconsciente con el objeto de percibir lo necesario para establecer una armónica relación con el ambiente, capacidad que los seres humanos actuales, como mega sociedad moderna, industrial y científica, parece que hemos perdido.
Este aspecto ya sea como sociedad o como seres individuales, concientemente no lo percibimos, pero se expresa de innumeras formas desde el inconsciente, en muchos casos en el desarrollo de psicopatológicas.
Cabe señalar que el hecho que se este señalando un preponderancia de la actividad psíquica y mental orientada a lo externo material, no implica que sea una actividad nociva o que esta deba abandonarse y que se tenga que vivir sumergido en la búsqueda de aspectos inconscientes y descartar todo lo material o externo, ya que implicaría en nuestro tipo de vida occidental la presencia de un desequilibrio o incluso el desarrollo de un trastorno.
El desequilibrio señalado se refiere concretamente al efecto que provoca en nuestro clima interno esta tendencia desequilibrada y exacerbada, que induce a que la actividad de nuestros estratos psíquicos constitutivos no adquieran una calidad mas positiva y elevada por sobre lo estrictamente material y a que no asumamos un contacto mas amplio con nosotros mismos, con nuestras emociones, sentimientos, pensamientos y con nuestros conflictos internos, que debido a esa tendencia, los proyectamos en otras personas, suponiendo que su origen se encuentra en las actitudes de ellos.
Incluso esta tendencia sumada a los convencionalismos y teorías al respecto del desenvolvimiento social crean un cuadro de situación en que ciertas conductas sociales primitivas se justifican apelando a que ofician como un mecanismo natural de optimización, frente a gran cantidad de necesidades humanas y recursos que son escasos.
Interpretación que se apoya en el hecho de que somos los seres humanos mamíferos cuyos instintos nos impulsan a competir en el medio social. Sin embargo al analizar el impacto de nuestras conductas sociales en la naturaleza, es muy fácil comprender que no existe ninguna especie animal que produzca tal desarreglo en el ecosistema al que pertenece, incluso dicha interpretación no tiene en cuenta que los seres humanos dotados de entendimiento y una estructura superior de la personalidad, tenemos la capacidad de lograr un equilibrio interno en nuestras necesidades conjuntas e individuales que no altere los parámetros de vida.
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