En el momento del nacimiento el niño esta indiferenciado, esto significa sin estructura psíquica desarrollada, solamente capta los estímulos básicos a través de los cuales se emiten los reflejos necesarios para mamar del pecho de la madre o biberón y alimentarse, físicamente.
Analizamos en el documento La percepción de lo externo como es el proceso interno por el cual percibimos a través de los sentidos físicos como herramienta el mundo exterior, sin embargo ese tipo de percepción, que se denomina diacrítica, no se encuentra desarrollada en el niño al nacer, ya que dicha percepción requiere de una estructura psíquica a través de la cual ordenar mentalmente las representaciones internas con los estímulos externos que seleccionamos en función de nuestras tendencias personales.
El niño nace con una barrera protectora de los estímulos externos que puedan llegar a través de los órganos de percepción, barrera que constituye en la existencia de un alto umbral de activación de lo órganos sensoriales que protege la extrema sensibilidad física del niño respecto del entorno. Sin embargo un estímulo de intensidad fuerte puede ser captado por los órganos sensoriales y despertar tensión y malestar en el niño.
La percepción que tiene un niño al nacer se encuentra dentro de lo que se denomina organización cenestésica y que es de índole emocional y física, percibida como una totalidad en todo su organismo. Este tipo de percepción en el adulto se encuentra poco desarrollada e incluso se torna inconsciente, debido a la preponderancia de la percepción diacrítica a través de los órganos sensoriales, sin embargo a través de la cenestésia sentimos una influencia corporal de totalidad que influye en los estratos más cercanos a lo físico en el aspecto emocional sensorial y en la conformación de estados afectivos permanentes.
Por lo tanto el niño nace a la vida física con el aspecto emocional sensorial en su mínima expresión básica, para lo estrictamente necesario, tiene una barrera protectora ante estímulos que lo afectarían y que gradualmente va disminuyendo para que pueda, mediante el proceso de aprendizaje, clasificar, ordenar y representar lo externo.
Por lo tanto hasta tanto no este desarrollada la percepción diacrítica y este desarrollada una estructura psíquica rudimentaria, no podemos hablar de percepción, lo que el niño tiene es una recepción limitada a ciertos estímulos y la primera recepción la tiene en la cavidad oral, frente al estímulo del pecho de la madre a lo cual responde con el reflejo de mamar, que es una conducta instintiva conformada por una sucesión de reflejos innatos en el ser humano, que aseguran la supervivencia y que se engloban en el constructo teórico denominado núcleo instintivo afectivo, sobre el que se edifican los otros estratos de la personalidad a medida que avanza el desarrollo psíquico.
Mientras el niño se alimenta a través del pecho de la madre, extiende su mirada hacia sus ojos, el acto de mamar está conformado por eventos de perdida de contacto con el pecho materno y reencuentro con el mismo para seguir alimentándose. En el momento que se producen estas pérdidas del contacto con el pecho, el niño sigue manteniendo la mirada hacia los ojos de la madre. Esta mirada en ese especifico momento, se constituye en un estímulo que resulta en un aprendizaje y es el primer esbozo de la percepción a distancia y el atisbo inicial que contribuye a percibir a su madre como un ser distinto a sí mismo. Se constituye en el inicio de lo que será el objeto o la relación objetal, ósea el futuro reconocimiento y percepción de la madre como un ser distinto a él y diferenciado.
Posteriormente en función de la repetición de este estímulo y a medida que avanza su desarrollo neurológico, el niño comienza identificar el rostro humano en especial la zona de la frente, ojos y nariz y relacionarlo con la satisfacción del hambre y la sensibilidad oral relacionada a la ingestión. De esta manera íntegra la percepción visual a distancia al conjunto de sensaciones cenestésicas internas y respuestas innatas relacionadas a la cavidad oral.
La primer conducta dirigida que tiene el niño es una sonrisa como respuesta ante la presencia frontal de un rostro humano, esta respuesta es la evidencia de la conformación inicial de un ego consciente rudimentario e implica el ingreso del niño en la etapa preobjetal, ósea la etapa previa a la percepción de su madre como diferenciada de sí mismo y como objeto de amor. Esta conducta dirigida es el resultado de la integración de las recepciones aisladas que hasta ese momento experimentaba y significa el surgimiento del ego consciente que posteriormente incluirá mas elementos aislados, siguiendo un principio organizador, cuyo resultado es un avance en la comprensión de la realidad.
El avance del desarrollo de la estructura psíquica depende de la comunicación con la madre, la comunicación madre-hijo es de naturaleza emocional y responde a características que se encuentran dentro de lo que podría denominar extrasensoriales, intuitivas o sensitivas, es una conexión afectiva no verbal en la que no intervienen aspectos cognitivos o racionales como los que median en la comunicación verbal posterior y común entre seres humanos.
Con la sonrisa ante el rostro humano el niño ingresa en lo que se denomina etapa preobjetal, en esta etapa todavía no diferencia entre un rostro u otro, sonríe ante la presencia de un rostro humano careciendo de la capacidad de diferenciar entre distintos rostros.
Aproximadamente entre el 6to u 8tavo mes surge otra respuesta significativa que evidencia un paso más adelantado en el desarrollo de la psiquis del niño y en la configuración de su ego consciente. Durante ese periodo el niño no responde con una sonrisa ante la presencia de cualquier rostro humano, frente a un rostro extraño, responde con angustia y llanto, a esta respuesta se la denomina angustia del octavo mes. La causa de esta respuesta es que ya el niño diferencia los rostros extraños del rostro de su madre y esa diferenciación implica que existen vestigios en su memoria de los rasgos físicos de su madre y realiza una comparativa mental entre el rostro que observa y el registro en memoria del rostro materno.
No es solo la diferencia del rostro lo que interviene en esa respuesta, lógicamente el niño en esa etapa tiene una capacidad del aspecto emocional sensorial más desarrollada para sentir afectos diferenciados de los exclusivamente orgánicos y sensoriales y por lo tanto la diferencia entre la sensación de afectividad de la madre en contraste con la presencia extraña, provoca una respuesta angustiosa que es la evocación del afecto y presencia de la madre. Por lo tanto ya para el niño cualquier rostro no evoca la afectividad insipiente de la etapa preobjetal, que se relacionaba a la sensación de reducir la tensión fisiológica del hambre, sino un rostro específico se constituye en objeto de amor para el niño y ese rostro es el de la madre.
Esta diferenciación entre una respuesta sonriente característica de la etapa preobjetal asociada a la satisfacción de la tensión fisiológica del hambre y una respuesta angustiosa producto de diferenciar la afectividad contenedora de la madre con la de cualquier otra persona extraña, implica un avance del desarrollo psíquico. En lo especifico del aspecto emocional sensorial, evidencia como su desarrollo implica una diferenciación jerárquica en estratos constitutivos que se edifican desde lo fisiológico a manifestaciones de actividad que implican contenidos con una calidad de menor densidad – Ver el documento Teoría de la personalidad en donde definimos el concepto de calidad de los contenidos psíquicos.
Así en ese periodo y ante esa respuesta se evidencia que el niño ya reconoce el objeto y ya tiene una estructura psíquica más desarrollada, momento en que se da inicio a las relaciones objetales o relación de amor entre madre e hijo, indispensable para el sano desarrollo del niño.
En relación a los impulsos que se expresan desde el núcleo instintivo afectivo, estos tienen, según la teoría psicoanalítica, dos características, son impulsos agresivos e impulsos libidinales. Los mismos se expresan en las interacciones con la madre mediante la recepción de atención de las necesidades del niño, a través del amor y la contención y como respuesta ante la tensión desagradable de la necesidad de satisfacción. Estas son interacciones en que el niño experimenta sensaciones placenteras de contención por parte de la madre y desplacenteras de tensión frente a las necesidades alimenticias.
En esta sucesión de contactos que alivian la tensión y momentos de displacer por necesidad se fijan en la memoria registros que ayudan a conformar el principio de realidad y posibilitan canalizar los impulsos agresivos y afectivos del niño hacia el exterior, factor primordial que sirve como aprendizaje para poder afianzar de forma equilibrada esos impulsos que son claves para el desarrollo futuro de su vida.
Estos impulsos en la etapa previa al establecimiento del objeto no se encuentran integrados, es la etapa en que desde el punto de vista psicoanalítico se denomina como madre buena y madre mala, pecho bueno y pecho malo. En esa etapa el niño percibe esas experiencias diferentes como dos realidades distintas sin conexión con el mismo suceso ni con la misma persona que en este caso es la madre.
El niño percibe estos aspectos en forma diferenciada debido a su incapacidad de tener una visión integrada en una sola persona propia de la edad. El aspecto de necesidad genera impulsos agresivos y reacciones emocionales acordes, la contención y satisfacción de estas necesidades por parte de la madre producen alivio, descarga de la tensión y percepción del afecto hacia la madre, esta sucesión y contacto si es equilibrado favorece en el niño el desarrollo futuro del control y la regulación emocional, el afecto negativo experimentado desde el surgimiento de la necesidad hasta su atención es necesario como estímulo para el futuro entendimiento de la realidad, esa alternancia implica la posibilidad de expresión de los tipos de impulsos de forma equilibrada y se correlaciona con lo que naturaleza demanda para el desenvolviendo fututo de la vida.
Podemos estimar que el impulso agresivo es una expresión instintiva que deriva de la herencia filogenética humana en relación a los aspectos primitivos y atávicos que fueron necesarios para el hombre primitivo con el objeto de luchar por su supervivencia y que no hay que confundirlo con violencia. La agresividad es una herramienta básica para el desenvolvimiento de la vida en toda la escala zoológica y en el hombre, es un impulso instintivo acuñado en millones de años de vida animal y humana primitiva y constituye en la actualidad una necesidad en la vida social siempre y cuando este equilibrada.
Por lo tanto en la dinámica de la vida diaria del niño y su madre, las pequeñas demoras en alimentarlo, en llegar al niño cuando llora y el amor brindado en su atención, sienta las bases para la construcción del carácter, la regulación de las emociones, el sentido de realidad y es el estímulo necesario para que el niño tenga respuestas que faciliten la adaptación al ambiente de forma equilibrada.
Ya en la etapa en que responde con la angustia del octavo mes frente a un rostro humano desconocido, el niño ha alcanzado a integrar ambos aspectos en la figura de la madre y se da inicio a la etapa de las relaciones objetales, donde la madre se constituye en el objeto de amor del niño y evidencia el establecimiento de una estructura psíquica más desarrollada.
Desde ese momento el niño comienza un avance notorio en su desarrollo, con la posibilidad de aumento de la locomoción y el gradual incremento del aprendizaje del lenguaje que modifica ampliamente la relación con los demás. Podemos apreciar que deficiencias en la atención equilibrada del niño en esta etapa, pueden producir que los impulsos no sean integrados y que afecte en el futuro la integración de aspectos positivos y negativos de los demás, así como también se afecte la regulación emocional o el control de los impulsos agresivos, muchos de estos aspectos están incluidos en los criterios diagnósticos del trastorno límite de la personalidad por ejemplo.
En esta etapa preverbal y a esa altura del desarrollo, la comunicación entre la madre y el hijo incluye algunos símbolos semánticos, palabras iniciales como mama y papa que produce el niño y sonidos simulando el habla adulta. Uno de los símbolos semánticos que inicialmente adquiere él bebe en esta etapa es el gesto de no, el cual tiene una implicancia importante en la vida del niño.
Comienza en esta etapa el aumento de la movilidad y la locomoción del niño, que responde a lo que el Prof.Dr Phillips Lersch denomina – la expresión en movimiento de la actividad del fondo vital – este fondo está asociado, en el mismo estrato constitutivo, con el fondo endotimico, desde donde fluyen las emociones y que sería lo que en esta serie de documentos denominamos como aspecto emocional sensorial o alma humana, específicamente en su conjunto de estratos que son inmediatamente superiores al núcleo instintivo afectivo pero ligados a las funciones somáticas o físicas.
En síntesis el cuerpo físico del niño demanda movimiento como expresión del impulso vital y con el objetivo de desarrollar la psicomotricidad, esta se entrenarla a través de la atracción que ejercen sobre los estímulos de lo externo, que ya su percepción diacrítica (dependiente de los órganos sensoriales y no tanto de la percepción cenestésica) permite percibir.
Esto impulsa al niño a moverse a lugares y agarrar objetos y es cuando la madre comienza a decirle “no” a los movimientos peligrosos, el niño recepciona estos “no” como negativa a un deseo y sobreviene la frustración, que se relaciona con respuestas del impulso agresivo y que gradualmente va recibiendo el niño en su interacción con situaciones peligrosas u objetos delicados que toma del ambiente.
Todas las vivencias del niño que tienen un nivel de afectividad intensa, como este caso de la negación, facilita la fijación en la memoria, el niño a su ves lo repite en las situaciones en que no quiere algo y es el comienzo de lo que después será la etapa oposicionista, en la cual el niño reafirma su postura como ser individual. En esta expresión de parte del niño de repetir el gesto materno de negación interviene el mecanismo de identificación con la madre.
Según la teoría psicoanalista, el niño al recibir el impacto del no y la frustración a su deseo, en una etapa en que percibe al objeto materno como objeto de amor y afecto, donde su capacidad de percepción afectiva no está diferenciada por la intervención jerárquica de la acción ejecutiva de la estructura superior de la personalidad, percibe el afecto como “a favor” o “en contra” y de manera global.
Al recibir la respuesta de “no” como frustración a su deseo despierta en el niño una respuesta instintiva de impulso agresivo y frente al hecho de que proviene por el objeto de amor que es la madre, se ve obligado a realizar una formación de compromiso, actuando como mecanismo de defensa la identificación con la actitud de la madre, la cual posteriormente repite frente a una situación inversa cuando no desea algo.
Cabe señalar que una formación de compromiso es una transacción psíquica entre un deseo y un mecanismo de defensa que intenta conformar, en este caso específico, la frustración al deseo sentida con la necesidad de amor de la madre, respondiendo con el mecanismo de identificación con la actitud de la madre o incluso con la introyección de los deseos de esta. Lo que implica que se esta en presencia de una estructura psíquica diferenciada y funcional.
Estas experiencias son importantísimas ya que evidencian la presencia de una actividad mental y la presencia de un juicio al identificar la negación recibida con un hecho que no desea y responde de la misma forma. Por lo tanto su ego consciente está empezando a realizar actividades más complejas, pone en marcha mecanismos de defensa y comienza así el niño a intereactuar con los demás y con el ambiente de una forma activa a diferencia de la etapa preobjetal en que tenía una actitud pasiva. Este cambio permite al niño avanzar hacia el entendimiento del ambiente a través de la asimilación del entendimiento mediante experiencias de interacción y juego con la madre, el resto de la familia y posteriormente en el ámbito educativo a medida que avanza su desarrollo físico y neurológico.
Podemos apreciar que nacemos con una cobertura que podríamos denominar protectora de los estímulos agresivos del ambiente que no son percibidos por el alto umbral de activación de los órganos sensoriales y la falta de desarrollo de los mecanismos del sistema nervioso que permiten la percepción diacrítica y la actividad mental ´por medio de la cual se efectúa el reconocimiento, la ordenación, la representación, el entendimiento y la percepción de la externo.
Nacemos con una captación cenestésica que implica una sensibilidad de totalidad interna en el físico y una sensibilidad emocional estrechamente vinculada al aspecto emocional de nuestra madre o de quien se encarga de nuestra crianza, iniciando desde el nacimiento un proceso de desarrollo gradual de edificación de la personalidad, que se inicia desde el núcleo instintivo afectivo y que expresa su actividad a través del instinto básico de nutrición, en lo físico mediante la activación sensitiva de la región oral, que a través de los reflejos que integran la conducta innata de succión, permiten la alimentación a través del físico de nuestra madre.
Intervienen en todo este proceso factores genéticos que desde el estrato fisiológico marcan una característica propia y personal, que influyen en como se desarrollara la estructura psíquica, siendo el clima emocional materno el vehículo por medio del cual se constituye el conjunto de estratos jerárquicos que conforman la personalidad y que desde el punto de vista transpersonal, podemos entender que también intervienen factores que son propios del destino, tipo de vida y experiencias que el niño tendrá en su vida.
Con respecto a los conceptos que venimos enunciando en esta serie de documentos podemos afirmar que la calidad positiva y sutil del clima emocional materno tendrá importancia decisiva en toda la vida del niño como futuro adulto. Entendemos que todas las madres aman a sus hijos, salvo casos excepcionales y patológicos, pero también en muchos casos estas no tienen la capacidad de mantener y alcanzar una calidad de clima emocional acorde a lo que el niño necesita en su crianza y no todos tenemos sin duda la capacidad de controlar hechos y emergencias familiares que alteren ese clima emocional necesario y que su ausencia deje ciertas huellas psicológicas en la estructura del carácter del niño y en la funcionalidad futura de su personalidad.
El clima emocional materno está estrechamente ligado al clima emocional familiar que es el resultante de la interacción relacional psíquica de todos los integrantes de la familia, en que intervienen factores relacionados a su historia biográfica e inclusive a su crianza, a su visión de la vida y el mundo, a su súper ego y horizonte de expectativas futuras en relación al niño, que crean condiciones, sentimientos y emociones que son asimiladas por este y que estimulan su actividad emocional futura y la evolución de su desarrollo psíquico.
Por lo tanto podemos apreciar que coexisten varios factores, como analizamos en el documento el temperamento, la madre no es la responsable de la personalidad del hijo, al igual que el resto de los integrantes de la familia, pero el clima familiar y la contención afectiva y el amor materno tienen indudablemente una influencia e importancia medular en el desarrollo de la personalidad del niño.
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