Pasada la crisis del petróleo, el nuevo modelo de fluctuación hacía su cometido en un entorno geopolítico favorable para las economías occidentales, con la caída del bloque soviético. El sudoeste asiático, los nuevos países aparecidos de la desaparición del telón de acero, una China que abría sus brazos al capitalismo y la relativa “comodidad” internacional, favorecieron un crecimiento con ciertos ciclos de recesión, pero en general bastante favorable y tranquilo.
Entre las excepciones cabe destacar la burbuja financiera e inmobiliaria producida en Japón en la década de los ochenta, cuyos coletazos se siguen sintiendo aún hoy; los problemas de la banca en Suecia surgidos de la crisis financiera de primeros de los noventa; la crisis financiera asiática, que afectó principalmente a las economías emergentes del sudeste asiático, de 1997; y la crisis de las puntocom que se produjo en 2002. Ésta última, será el primer punto a tocar en el siguiente
En España, dentro de lo que cabe, tuvimos también un período estable. Una vez pasada la Transición, con la llegada del PSOE al poder, la reconversión industrial y la adhesión a la Unión Europea, el crecimiento de la economía fue constante hasta principios de los noventa. Hacia 1992 sufrimos un punto de inflexión y una recesión que se acentúa en 1993 para volver a seguir la senda del crecimiento, acentuada con las reformas llevadas a cabo por el gobierno del Partido Popular a partir de 1996. A diferencia de otras economías occidentales, la economía española apenas sufre las consecuencias de la llamada burbuja de las puntocom y sigue su crecimiento estable y con mayor intensidad que el resto de sus compañeros de la UE hasta la llegada de la crisis que ahora padecemos.
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