Nos encontramos en el año 2000. El nuevo milenio se abre camino, las empresas de base tecnológica comienzan a despuntar y en lo más alto de Wall Street, en el índice Nasdaq, aparecen nombres como Google, Microsoft, Oracle, Apple… Surgidas en la década de los ochenta e incluso de los noventa, son empresas que han tenido unos comienzos por lo general sencillos, iniciados por la acción de una o dos personas y un crecimiento explosivo.
Se sobrevaloran los activos y sobre todo, la capacidad de crecimiento, no sólo de éstas sino de toda una serie de empresas sin objetivos claros creados alrededor de esa idea de tecnología e Internet. En España tenemos casos tan claros como el de Terra. De los 157,65€ por acción registrados el 14 de febrero de 2000, el precio bajó gradualmente hasta los 2,75€ en octubre de 2005.
Esta serie de caídas provocadas por el estallido de la llamada burbuja de las “puntocom”, provoca el debilitamiento global de la economía. En Estados Unidos se pasó de cifras de casi un 5% de crecimiento en 1999, a un 1,09% en 2001. La política seguida por el chairman de la FED de por aquel entonces, Alan Greespan, para evitar este debilitamiento fue activar uno de los mecanismos más importantes de los que dispone un organismo monetario para intentar fomentar el crecimiento: bajar los tipos de interés. Se consiguió el efecto deseado, la economía volvió a calentarse y a crecer a niveles de casi el 4% en 2004. Sin embargo, a la vez que aumentaba la actividad, se generaba un efecto perverso.
Los bancos, al ver reducida su capacidad de margen en los préstamos, con mayor incidencia en los hipotecarios, decidieron ampliar el número de productos vendidos. Con un precio del dinero oficial elevado, podían aplicar márgenes mayores; sin embargo, con unos precios del dinero tan bajos, los márgenes eran cada vez menores y la solución para mantener el beneficio era dar más hipotecas.
Aquí aparece la causa última de la llamadas hipotecas “ninja” (del inglés: No Income, No Job or Assets; sin ingresos, sin trabajo o activos). ¿Cuál era la idea? En lugar de pedir unas determinadas garantías para un préstamo, se relajaron estas garantías para favorecer la mayor concesión de hipotecas.
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