La mala gestión económica del socialismo portugués, con Sócrates a la cabeza, ha propiciado el cambio político en el país vecino. El triunfo del Partido Social Demócrata y de su candidato Coelho, anuncia el cambio hacia la opción de centro-derecha que ya se esbozó en España en las elecciones municipales de hace semanas. Con una diferencia de dos millones de votos, el Partido Popular se alzaba como gran triunfador en casi todas las capitales de provincia del país. En Andalucía fue más que llamativo, pues los socialistas perdieron Diputaciones Provinciales que, desde la Transición Democrática habían estado en sus manos, como es el caso de la de Córdoba. Esto no hace sino mostrar el descontento de los españoles ante el desastre económico en el que nos metió el Partido Socialista, incapaz de tomar las medidas oportunas para remontar una crisis que no quisieron asumir como tal, engañando a los ciudadanos, los grandes perjudicados.
A menos de un año de las elecciones generales, y atendiendo a la tendencia general al cambio (como ha ocurrido en Portugal), es de esperar que el Partido Socialista, con Rubalcaba como candidato único, símbolo de «renovación» a pesar de haber desempeñado cargos de altura durante el gobierno de Felipe González como ministro «del Gobierno de los GAL» y a pesar de su extensa carrera política, sea derrotado en las urnas, como le ha ocurrido a Sócrates. Y, si por algún capricho del destino, hubiera otro candidato socialista (aunque lo dudo, dada la ambición y poder de Rubalcaba, que se ha quitado de en medio a Chacón), me aventuro a pronosticar el triunfo del PP, pues España quiere un cambio (necesario, por otra parte), conforme se demostró en las pasadas elecciones municipales.
Sólo espero que los españoles sean coherentes y sepan lo que conviene al país, tal y como han demostrado los portugueses. Ya queda menos para el cambio, aunque no será fácil, pues Rubalcaba es un prestidigitador único y no hay que bajar la guardia ante sus artimañas. Dicen que «más sabe el Diablo por viejo que por malo», pero es que Rubalcaba lo tiene todo.
Blanca Navarro Gavilán