Como ya hemos expuesto en anteriores artículos, la población de los últimos siglos medievales está convencida de la existencia de otra vida tras el óbito, lo que explica el temor a fallecer repentinamente abintestato, sin poder repartir sus bienes terrenales ni asegurarse que se cumplen los ritos y ayudas para que su alma se garantice la vida eterna tras pasar por el Purgatorio. Aquí, las almas que requieren un tiempo de expiación, se benefician de los actos píos hechos en el mundo terrenal. Por eso algunos testadores mandan misas por las ánimas de ese «tercer lugar» (intermedio entre Paraíso e Infierno), para reducir su tiempo de estancia -y el de sus seres queridos- en el mismo. La mujer de un carretero, Isabel Rodríguez, manda nueve misas rezadas «por las ánimas de Purgatorio» en San Miguel, según comprobamos en su testamento (30 de julio de 1468), mientras el herrero Antonio Martínez manda cinco misas en San Pedro (23 de julio de 1488), las mismas que encarga tres días después la hija de un astero, Francisca, en su caso en San Nicolás de la Ajerquía.
Los legados piadosos servían para ganar méritos ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo, para merecer su gloria. De hecho, fue frecuente entre hombres y mujeres de la época acordarse de los más necesitados aunque sólo fuera ante la inminencia de su propia muerte, lo que convertía sus actos misericordiosos en algo meramente egoísta, careciendo entonces del sentido principal. Por esto, no es extraño que los testamentos contemplen obras caritativas que dependían -como no podía ser de otro modo- de las posibilidades económicas del testador. Si no, no se explica que, por ejemplo en el caso de los esclavos, éstos no sean liberados en vida del amo, sino cuando ha muerto, como consecuencia del cumplimiento de una manda testamentaria.
Hemos considerado oportuno mencionar, aunque sea someramente, los tipos de mandas piadosas: las que se hacen a criados, pobres y a hospitales (donde vimos que igualmente había pobres, no sólo enfermos), sin olvidar la liberación de esclavos y las ayudas para el casamiento de huérfanas (manda ésta muy común entre los nobles). Con todo, no sólo los miembros de la aristocracia cordobesa se acuerdan de estas jóvenes, puesto que algunos individuos pertenecientes a la sociedad media ayudan a las huérfanas a poder contraer matrimonio: Catalina Rodríguez, vecina de San Pedro, hija de un sillero y casada en segundas nupcias con un calderero -y cuyo primer marido era astero-, manda «que den 1.000 mrs. para ayudar a casar una huérfana que ella tiene declarado y dicho a sus albaceas», tal y como observamos en su testamento (21 de febrero de 1465).
En cuanto a los esclavos, algunos eran manumitidos en el momento de hacer testamento, si bien otras veces el amo prefiere que se queden con algún miembro de la familia durante algún tiempo antes de alcanzar plena libertad. Parece que los amos, en algunas ocasiones, procuran proteger a sus esclavos (normalmente si son menores), llegando incluso a ayudar al casamiento en el caso de las niñas. El calderero Juan Ruiz el Mayor manumite en su testamento (fechado el 14 de octubre de 1468) a su esclava Marta y su hijo Jorge «de color negros por el serviçio que le hubo hecho e cargo que de ella tiene».
Es obvio que los privilegiados disponen de mayores seguridades de cara a la salvación, puesto que, en virtud de su dinero, podían aspirar a mejores lugares de enterramiento, a un mayor número de misas y otros medios para asegurar la salvación de su alma. Es por esta razón por lo que la afirmación de la igualdad de todos los individuos ante la muerte es una auténtica falacia en tanto en cuanto la consecución de la salvación eterna está determinada por la capacidad económica del difunto. Sobre esta idea de la desigualdad incidimos en nuestra investigación pues, innegablemente, la nobleza cordobesa del siglo XV -estudiada por Margarita Cabrera- no actuará de la misma manera ante la muerte que la sociedad media y baja, objeto de nuestro estudio.
Cabrera Sánchez, M., Nobleza, oligarquía y poder en Córdoba al final de la Edad Media, Universidad de Córdoba, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Córdoba, Obra Social y Cultural, 1998
Blanca Navarro Gavilán
Licenciatura y Doctorado en Historia
Pero ni puta idea
tia eres un poco repipi ehh t pasas un huevo con esas chorradas
estoy con rebeca 🙂
necesitas salir un poco de marcha xq para aguantar estas tonterias k escribes hay k …….
gracias antonio por apoyarme, tienes correo electronico???
siii, antonioruiz88@hotmail.com
Ya veo que no os interesa nada el tema. No me conocéis para saber si soy o no repipi, si salgo o no de marcha…..
Sólo os digo que esto es una mínima parte de una tesis doctoral que estoy realizando gracias a una beca que, cada año, conceden a menos de 20 personas al año en Córdoba y que procede del Estado, de más de 5.000 solicitudes que se presentan para toda España anualmente.
Me gustaría saber a qué os dedicáis o cuál es vuestro objetivo en la vida. Podéis seguir criticando, eso significa que leéis los artículos… pero realmente, lo que me interesa, es la opinión de los expertos, y nunca ha sido negativa.
Gracias por darme ánimos para seguir escribiendo sobre lo que me gusta: la sociedad del siglo XV en Córdoba, tema de mi tesis doctoral.
Un abrazo a todos