Un indicador de relevancia al respecto de la salud mental es la percepción y diferenciación entre el mundo externo y el mundo interno, entre nuestro ego y los objetos, aspecto que en ciertas enfermedades mentales se ve afectado, como es el caso de la esquizofrenia por ejemplo y que en las personas con trastornos de personalidad puede verse confundido.
Por ejemplo, el sentido de realidad, ósea la sintonía con la que se percibe una realidad en concordancia con lo convencionalmente establecido por la sociedad, está presente en mayor grado en el neurótico que en el psicótico. Sin embargo la psicología moderna admite, que incluso en una persona normal no es perfecta la capacidad de distinción y diferenciación de la realidad interna y la externa convencionalmente aceptada.
Dentro del Budismo se denomina Sakkhaya, al cuerpo personal, concepto que puede ser comparado con el autoconcepto de la psicología moderna, ósea la percepción de nosotros, mismos. Del proceso de personalización, de acuerdo al budismo, deriva la percepción del ejercicio de una influencia o necesidad de control sobre aquello que percibimos que nos pertenece y se considera que esa percepción de pertenencía tiene una ansiedad básica asociada.
Se entiende en función de este concepto que a medida que en el ser humano avanza el proceso de personalización y diferenciación, adquirimos capacidad para autopercibirmos y percibir objetos que consideramos de nuestra pertenencia o bajo nuestra influencia, hecho que genera una ansiedad asociada a lo instintivo, en relación a la autoconservación de nosotros mismos y de aquello, que si bien externo a nosotros, se asocia a nuestra existencia y lo percibimos como de nuestra pertenencia.
Desde este punto de vista, para superar esa ansiedad básica que subyace en la existencia humana, es necesario la despersonalización, que implica la reelaboración del concepto del ego y de aquellas tendencias que influyen en la generación de exageradas necesidades que derivan en que el ego consciente tenga una exagerada influencia en la totalidad de la psiquis (Ver los documentos el inconsciente I y II). Por lo tanto, en términos occidentales, el propósito último del Budismo es producir un individuo libre de la exagerada influencia del ego consciente, de sus reclamos materiales y de las demandas hacia otros seres humanos al respecto de necesidades personales, como objetivo para llegar al estado de salud mental, que es llamado Arahant, el Merecedor.
Este estado es raramente alcanzado y mas en nuestra sociedad occidental cuya actividad psíquica esta orientada mas a lo externo material, que al contacto con el si mismo o ego superior (como analizamos en los documentos el Inconsciente I y II). Desde este punto de vista la salud mental de un individuo en términos budistas, se mide de acuerdo al grado en que el individuo ha perdido la exagerada influencia de los reclamos de su ego personal y ha logrado un contacto con su ego superior y con la existencia, en donde la pertenencia de lo percibido como objeto y de lo que puede considerarse como demandas hacia otros seres humanos, en relación a necesidades personales, no tiene importancia crucial para el bienestar interno, partiendo del concepto que la naturaleza nos provee en forma espontanea y natural todo aquello que necesitamos.
Desde un punto de vista freudiano existe una frontera del ego que se define como el grado con que una persona identifica que las cosas del mundo le pertenecen y son parte de su persona, pero que se diferencian de su ego. Desde el punto de vista del budismo, la frontera del ego de una persona anormal es mayor en circunferencia que la de una persona normal, cuyos reclamos del ego sobre lo material y sobre las acciones o actitudes de otros seres humanos constituyen una necesidad menos intensa sobre su consciencia.
Un budista en su proceso de elevación sobre lo material y con el objetivo de unir su consciencia a la existencia y a su si mismo o ego superior, despoja de su auto percepción ambiciones personales derivadas de la influencia de su ego personal y por lo tanto en contraste con el término freudiano esta estrechando su frontera del ego, lo que implica tener una menor implicación consciente en poner su voluntad y su acción en modificar hechos o influir en el acontecer de otras personas, asumiendo una posición libre, fluida y receptiva al respecto de los acontecimientos, sin que por eso implique la inacción y la ausencia de voluntad. En otras palabras, desde este punto de vista el concepto del ego personal, es visto como un estrato generado e impulsado por nuestras tendencias, deseos o impulsos que deben estar al servicio de la existencia más que al servicio de los reclamos de tendencias personales.
En entradas anteriores analizamos bajo los conceptos de la psicología analítica el concepto de “si mismo “ o ego superior, desde el cual se opera el desarrollo psíquico inconsciente y desde el que fluye como una partícula el ego consciente o la conciencia que toma contacto con el mundo.
También analizamos el tipo de modalidad de actividad mental orientada hacia lo externo y su impacto en nuestro interno y en el desenvolvimiento social, pusimos como ejemplo el caso de los Aborígenes Naskapi y su vinculación sin interferencias a la totalidad de la psiquis.
De todo este conjunto de conceptos podemos inferir que en muchas oportunidades en el transcurso de nuestra vida y por la influencia de la actividad de nuestro ego consciente, podemos llegar a identificar necesidades y realizar acciones o demandas, que si bien percibimos que forman parte de nuestro ámbito de influencia y que están dentro de lo que consideramos nuestra pertenencia o la frontera de nuestro ego, en realidad son derechos de otras personas o pertenecen a su libre voluntad de acción y a la frontera de su ego y se encuentran en su derecho y libertad de decisión, sin que por ello deba significar una aflicción para nosotros.
Por lo tanto en las relaciones interpersonales en donde nos vinculamos afectivamente con otros seres humanos, en función de nuestra percepción de los demás, de nuestro aspecto ideal y de los reclamos y tendencias de nuestro ego personal transformados en necesidades, podemos llegar a confundirnos en donde se encuentra la frontera de nuestro ego al respecto del ego de otros seres humanos.
En este documento, analizaremos las implicancias que la frontera de nuestro ego tiene con respecto a las relaciones interpersonales, comenzamos con el análisis de lo que denominamos Frontera del ego y lo orientaremos al caso especifico de la relación con los demás, analizando el caso de las relaciones interpersonales de rasgos patológicos en que la percepción de dicha frontera se ve ampliamente perturbada.
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