A continuación se presentan un caso real, el caso de Colin. Quien experimentó vivencias que se encuentran dentro de la patología de las relaciones de objeto con afectación cualitativa y cuantitativa, razón por la fue atendido psiquiátricamente por el Dr Phillis Tyson de la universidad de San Diego de forma temprana.
Este caso real es copia textual extraída del documento: Afectos, autonomía y auto-regulación, teoría de la complejidad en el tratamiento de niños con ansiedad y trastornos de conducta disruptiva – Tyson Phyllis – Universidad de California – Facultad de Medicina de San Diego.
Caso Colin
Cuando Colin tenía 12 meses de edad, hospitalizaron a su madre por depresión. Durante casi seis meses se hicieron cargo de él unos padres sustitutos. Después le devolvieron a su familia, pero su madre aún se encontraba en condiciones precarias y encerrada en sí misma y su padre se hizo cargo casi por completo de su cuidado.
Al cumplir cuatro años, Colin se había vuelto un niño ansioso y enojado. Contaba con una larga lista de temores, fantasmas, monstruos, miedo a la oscuridad, a los ladrones y sufría pesadillas. También tenía unas pataletas incontrolables y podía atacar físicamente a sus hermanos y decir a gritos que quería que tanto ellos como sus padres estuvieran muertos.
Estaba obsesionado con la idea de matar y ser matado, y se mostraba bastante incontrolable tanto en casa como en el jardín de infantes. De hecho, en tres jardines de infancia le habían suspendido por su comportamiento impulsivo peligroso, en una ocasión intentó tirar al suelo a un hombre que estaba subido a una escalera.
Colin también tenía fantasías de suicidio activas. Decía que se quería morir y que pondría vidrios en su barriguita para matarse y hacer sufrir a su mamá. Nunca iba en busca del cariño o de los cuidados de su madre y parecía que tampoco lo esperaba de ella. Cuando pasaba frío, se culpaba por no haberse acordado de tomar un abrigo, si necesitaba una curita, él se la ponía de forma automática y le sorprendía que alguien se prestara a ofrecerle ayuda.
Una madre retraída, un poco temerosa, frágil y con frecuencia, deprimida (como la madre de Colin), puede ser incapaz de responder adecuadamente a las necesidades de afecto del niño, o puede que no consiga calmar a un niño que pide socorro.
Una madre así puede no ser capaz de regular eficazmente las excitaciones emocionales del niño. La aflicción no regulada en la infancia acaba minando las incipientes capacidades auto-reguladoras (Stern, 1974; Lyons-Ruth, 2003), dejando al niño propenso a la ansiedad y vulnerable a los abrumadores efectos del miedo.
Un ejemplo del tratamiento de Colin demuestra dos principios:
- La importancia de responder a tiempo a señales afectivas o de aflicción
- La necesidad de crear un espacio de juego.
Las sesiones se destacaron por el nivel de destrucción y desorden y los frecuentes arrebatos con agresiones físicas y verbales. Bastante al comienzo del tratamiento descubrimos que gran parte de la conducta de Colin estaba causada por el terror y el abandono, él dijo que como era tan pequeño tenía miedo de ser olvidado. Su personaje favorito era Bambi, porque Bambi fue abandonado en el bosque pero le crecieron cuernos para matar al lobo.
En una ocasión tuve que cancelar una sesión y aunque se lo había notificado a su padre con bastante tiempo, su padre se olvidó y le dejó en mi oficina, sin esperarle ni asegurarse de que yo estaba allí. Colin, con cuatro años, esperó solo durante una hora entera.
Al día siguiente me dio la bienvenida con toda serie de blasfemias y me atacó. Cuando finalmente pude recomponer las piezas de lo que había pasado, dije que entendía lo furioso que se sentía conmigo. Él me había dicho lo asustado que estaba de que se olvidaran de él por ser tan pequeño y, ayer, se había sentido olvidado. Yo añadí que pensé que estaba intentando mostrarme sus sentimientos de “Bambi con cuernos”, atacándome para dejar de sentirse atemorizado. Con ese comentario fue capaz de parar sus ataques físicos de cólera y, con mi ayuda, elaboró el tema de “Bambi con cuernos” a través del juego simbólico utilizando los animales de juguete.
No podía deshacer el desafortunado malentendido de mi ausencia, pero supe tomarme en serio los sentimientos de Colin y responder con empatía a su sufrimiento, lo que le ayudó a sentirse a salvo. Mi intento por poner en palabras las emociones que había experimentado sirvió tanto para asumir su realidad como para ayudarle a organizar los sentimientos asociados y que fueran menos atemorizantes y más manejables.
Mi comentario sobre los sentimientos de “Bambi con cuernos” creó un “espacio de juego” y consiguió establecer un diálogo por medio del cual se podían integrar y poner nombre a sus experiencias, pensamientos y emociones. Yo empleé un símbolo que el propio niño había introducido y creé una metáfora que ligaba sus sentimientos de desvalimiento a sus intentos agresivos por superar esos sentimientos. Mi utilización de esta particular metáfora le permitió reflexionar acerca de sus sentimientos y de su conducta y también constituía una forma de reflexión.
Esto es, que al mismo tiempo que reflejaba el sentimiento del niño, también le proporcionaba la sensación de que las emociones podían modularse y dominarse. Fue así como, empleando la metáfora, Colin fue capaz de elaborar estados emocionales mediante un juego simbólico.
Después de leer el relato del caso de Colin y las intervenciones de un profesional especializado, pensemos que se trata de un niño de tan solo 4 años y respondámonos la siguiente pregunta.
¿Qué sucedería si ese niño no habría asistido a un profesional especializado en edad temprana?
Parte de la respuesta a esta pregunta se encuentra en la observación diaria de la realidad, en los delitos, actos impulsivos realizados y estados caóticos en que se encuentran muchos jóvenes y adultos, en los relatos de personas internadas en clínicas psiquiátricas, en los relatos de personas que deambulan en las calles, plazas o ferias y que se aferran a cualquier desconocido para vencer sus sentimientos de vacío crónico o por estar aislados o simplemente para contar su historia de vida, que beben alcohol o toman drogas y que tienen comportamientos suicidas por vivencias que no pueden asimilar a su entendimiento o que no recuerdan, en síntesis, todos seres humanos que no responden al estereotipo producto de la fantasía cuasi infantil que es admirado por la sociedad actual, pero que ocupan un lugar dentro de ella y que cada día suman mayor cantidad y que viven también con la ilusión de tener una vida mejor, pero no lograron aprender la forma de alcanzar medianamente sus objetivos y no tener frustraciones al compararse con otros e incluso no han podido desprenderse de extremadas presiones negativas que se forjaron en base a la ignorancia de sus familiares.
Son seres humanos que por su conducta externa e incluso por su personalidad, despiertan inquietud, enfado, causan demasiados problemas, es necesario ponerles limites, pero que tienen capacidades potenciales y que constituyen la punta del iceberg de una sociedad que esconde sus rasgos patológicos tras la búsqueda obsesiva de imágenes de éxito.
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