Freud concluye que debe haber no solo un impacto emocional sino que ese impacto debe estar asociado a un conflicto inconsciente previo al evento generador del trauma, conflicto interno que el evento traumático lleva a la consciencia y no puede ser tolerado conscientemente, desencadenando así una ruptura de la defensa del individuo.
Trauma en el conductismo
Desde el punto de vista de esta rama de la psicología un individuo asocia una respuesta, tal como sentir miedo al percibir un cierto estímulo específico, debido a haber tenido una serie de experiencias negativas relacionadas o asociadas a ese estimulo.
En términos generales un estímulo no condicionado como el hecho especifico mencionado se asocia con una respuesta de dolor y se constituye en un conjunto estímulo-respuesta aprendida, que va a repetirse siempre que exista el estímulo especifico o incluso algún estimulo que sea asociado mentalmente y active el recuerdo del estímulo especifico y por lo tanto la reminiscencia de la respuesta en este caso traumática.
Dicha asociación entre el estímulo llamémoslo disparador y el estímulo especifico, puede ser inconsciente, ósea que la persona no tenga un recuerdo consciente del estímulo especifico, pero que sea activada la respuesta emocional traumática vivida a través del estímulo disparador experimentado. Esto es común en adultos que han sufrido abusos o traumas en la niñez que no son recordados por haber sido disociados de la consciencia, aspecto que analizaremos en el apartado trauma y disociación. Esta rama de la psicología afirma que en el trauma intervienen aspectos propios del mecanismo de aprendizaje.
Trauma en el cognitivismo
Desde este punto de análisis se estudia la función que tiene el aspecto mental en la asimilación positiva del entendimiento de un trauma. Esta asimilación está influida por la evaluación del evento traumático, la percepción de contención por parte de los demás y la experiencia previa del individuo. En un niño se traduce en la comunicación y apoyo de parte de sus padres y en la asistencia profesional que reciba.
Trauma como factor de desarrollo
A pesar de que un trauma es generalmente concebido como algo que afecta la salud mental, hay personas que superaron tales experiencias y posteriormente han desarrollado un positivo cambio personal, a esta respuesta se la denomina crecimiento postraumático y está influenciada por cambios en la manera que la persona se percibe a sí misma posteriormente al trauma y está acompañada de cambios profundos en cuestiones filosóficas, espirituales y/o religiosas y por la resilencia como factor fundamental en la superación del trauma.
Sin embargo en un niño existe una carencia de este tipo de entendimiento y la resilencia se encuentra en desarrollo, un niño tiene su estructura superior de la personalidad en desarrollo y es sensible, siendo el trauma un factor desestabilizador difícil de asimilar y en donde intervienen mecanismos de defensa propios de la edad, como es el caso de la disociación la cual esta implicada en el trauma infantil.
Trauma prolongado
El trauma prologado se refiere al caso de la vivencia de una situación traumatizante por un período prolongado de tiempo y en general en el caso de niños, esto ocurre dentro del seno familiar y tiene repercusiones psíquicas más perjudiciales.
Trauma y apego
El apego es la necesidad de vincularse afectivamente a otros, en la niñez se establece con las figuras primarias con el objetivo de recibir afecto, seguridad y protección. El apego adopta distintas características según la calidad de la relación que exista entre el niño y sus familiares, cuando existen agresiones por parte de los familiares directos se establece una relación de apego ansioso o desorganizado, el niño por un lado no puede separarse de los padres y debe permanecer físicamente cerca de ellos, pero como contrapartida esta cercanía no ofrece seguridad, protección y afecto.
El niño queda atrapado en una disyuntiva y se ve forzado a adaptarse a través de su sistema de mecanismo de defensas psicológicas, que en esa etapa es inmaduro. Esta situación genera en el niño una afectación de su desarrollo que lo impulsa a estar en un constante estado de alerta y a desarrollar un sentido de percepción fina con el estado interno de sus familiares, con el objeto de poder percibir intuitivamente la forma de evitar las agresiones que provienen de parte de estos, pudiendo desarrollar una forma de relación sumisa o pasiva-agresiva como medio de defensa con los demás, que sea la semilla para que en la adultez adopte un modo de relación sumiso y ser proclive a ser manipulado o un modo agresivo manipulador.
Como resultado de este apego a sus familiares agresores surge un estado de hipervigilancia en relación al ambiente familiar que puede ocasionar dificultades en la concentración en otras tareas que no sean su propio resguardo personal, razón por la cual muchas veces se diagnostica equivocadamente como Trastorno por déficit de atención e hiperactividad o trastornos del aprendizaje o desarrollo.
De este tipo de apego también deriva la asimilación de creencias irracionales al respecto de sí mismo con componentes de autoreferencia que puede derivar a través de mecanismos de identificación proyectiva a conductas impulsivas de auto-castigo y auto-mutilación. También un niño en esta situación puede tender a apegarse a extraños como medio de defensa.
Todas estas afectaciones mencionadas derivadas del apego ansioso y producto del trauma prolongado se establecen en la estructura del carácter y conforman respuestas inflexibles que contribuyen en la etiología de los trastornos de personalidad, como es el caso del trastorno límite de la personalidad.
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